Vecinos del barrio La Flora a través de nuestras redes sociales denunciaron, en el norte de Cali, que más de 82 árboles fueron talados para dar paso a la construcción de un templo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. La intervención fue autorizada por el Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente (DAGMA) mediante las resoluciones 4133.010.21.0.865 y 4133.010.21.0.866, firmadas el 30 de octubre de 2024.
Los árboles, muchos de ellos de gran porte y antigüedad, formaban parte de un corredor ecológico que mitigaba el calor, absorbía CO₂ y albergaba aves, ardillas y otras especies urbanas. Hoy, el terreno luce despejado, cercado y en fase de cimentación.
Según las resoluciones, el DAGMA permitió la intervención del arbolado urbano para facilitar el desarrollo de un proyecto de infraestructura religiosa. Aunque el documento incluye compromisos de compensación ambiental, como la siembra de nuevos árboles en otras zonas de la ciudad, los vecinos denuncian que:
- No hubo consulta previa ni socialización efectiva del proyecto.
- La tala masiva ha generado una isla de calor que afecta la temperatura del sector.
- La compensación no se realiza en el mismo barrio, lo que rompe el equilibrio ecológico local.
Vecinos de La Flora han documentado la tala con fotografías, videos y denuncias en redes sociales. El colectivo ambiental La Flora Respira emitió un comunicado en el que calificó la intervención como “una agresión ambiental avalada por el Estado”.
“Nos quitaron el pulmón del barrio. Aquí no solo había sombra, había vida. Ahora tenemos cemento, ruido y más calor”, afirmó María del Pilar Gómez, residente del sector desde hace 22 años.
Hasta el momento, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no ha emitido un pronunciamiento oficial sobre el impacto ambiental del proyecto. Sin embargo, fuentes cercanas a la obra aseguran que se trata de un templo de diseño moderno, con zonas verdes internas y criterios de sostenibilidad. No obstante, expertos en urbanismo advierten que la pérdida de cobertura arbórea no se compensa con jardines ornamentales, y que la fragmentación de corredores ecológicos tiene efectos irreversibles en la biodiversidad urbana.
Según reportes del DAGMA, en lo corrido de 2024 se han realizado más de 1.600 intervenciones arbóreas en Cali, con reposición de especies nativas en comunas como la 17, 9 y 6. Sin embargo, no hay evidencia pública de que la compensación por la tala en La Flora se esté realizando en el mismo sector.
El organismo también ha intensificado el control de especies invasoras como la Leucaena, pero no ha explicado por qué se autorizó la tala de árboles nativos en una zona residencial consolidada. El caso de La Flora reabre el debate sobre el modelo de desarrollo urbano en Cali, donde proyectos privados —incluso religiosos— avanzan sobre áreas verdes sin una planificación ambiental integral.
La ciudadanía exige:
- Revisión de las resoluciones emitidas por el DAGMA.
- Suspensión de talas masivas sin consulta comunitaria.
- Compensación ambiental efectiva en el mismo territorio afectado.
- Mayor transparencia en la expedición de licencias urbanísticas.
En una ciudad que se asfixia entre el concreto y el calor, cada árbol cuenta. Y cuando se talan más de 80 en nombre del progreso, la pregunta no es solo qué se construye, sino qué se destruye. Porque el desarrollo sin equilibrio ambiental no es avance: es retroceso.